Vivir y sobrevivir al cáncer de mamas
Ps. Mabel Guillén, Mg. en Terapia Familiar Sistémica
Escuchar “tienes cáncer de mama”, produce un gran impacto emocional. La mayoría de las mujeres atraviesa por estados de ansiedad, rabia, impotencia, incertidumbre, temor y a veces depresión. “Cáncer” se asocia a muerte, sin embargo, cuando es detectado a tiempo y el tratamiento es el adecuado, es posible caminar en esperanza. Sin embargo, el proceso de adaptación a este diagnóstico así como a cualquier otra enfermedad de tal magnitud, genera grandes desafíos, tanto a la persona que lo padece como a su familia y seres queridos. Adaptarse a esto implica tratar de entender lo que ocurre, cuidarse, seguir el tratamiento, darse el permiso de “estar mal”, aceptar los cambios físicos que se presentan, entre otros.
La familia no es indiferente a este diagnóstico. Los temores, interrogantes, incertidumbres, confusión, son parte del proceso de adaptación al “cáncer de mamá” entremezclado con el “cáncer de mama”. La familia tiende a ocultar sus aprensiones para mostrarse fuertes y apoyar a mamá, o hermana o hija. Cada uno por su lado, experimenta sus emociones y al mismo tiempo se “googlea” sobre el tema, acrecentándose en muchos casos, el temor.
Ante el diagnóstico, una de las muchas cosas que tienden a pensar las mujeres que son madres, es en las hijas e hijos y surge la necesidad de protegerlos para que no sufran. Esto lleva a ocultar las preocupaciones asociadas a la enfermedad, generándose un “escudo de protección”: Todos cuidamos de todos… Aunque la intención es muy buena y generosa, no es sano asumir esta actitud.
En este espacio no pretendemos entregar "recetas" para enfrentar esta enfermedad que llegó a formar parte de la familia de una forma abrupta y devastadora. Daremos algunas sugerencias, desde la mirada de una sobreviviente del cáncer de mama, que también es mamá y profesional de la salud mental, entendiendo que cada caso y vivencia es único, por lo tanto, respetando esto…
En primer lugar, “darse permiso”… Darse el espacio de “estar mal”, reconocer y verbalizar las emociones, entendiendo que estas no son buenas ni malas en sí mismas, sino reacciones ante las situaciones en las que uno se encuentra. No ocultar, no tratar de aparentar que todo está bien o va estar bien. El cáncer es una enfermedad grave y con consecuencias también graves, por lo tanto, minimizar es negar la realidad. Esta permitido entristecerse, sentir enojo, impotencia, miedo, ansiedad y mucho más. Está bien estar mal”
También está “permitido” guardar silencio, no es necesario tener una palabra para todo… hay momentos en que no hay un lenguaje apropiado para expresar los sentimientos y emoción. Eso es válido.
En segundo lugar, generar espacios de conversaciones sobre la enfermedad y lo que esto implica para cada miembro de la familia. Como se dijo anteriormente, el querer protegerse mutuamente, no hablando, aunque detrás de esto hay una muy buena intención, se logra todo lo contrario, tales como sentimientos de soledad, percepción de que a los demás no les importan los sentimientos personales, etc.
En tercer lugar, reconocer que las relaciones familiares se modifican ante la presencia del cáncer de mama. La persona, pasa de ser cuidadora (en la mayoría de los casos lo es) y autónoma, a depender del cuidado emocional y físico -en algunos casos- por un tiempo indeterminado, del resto de su familia. El aislamiento, la irritabilidad, las alteraciones del sueño, los sentimientos de culpa afectan dichas relaciones, modificándose, adaptándose para finalmente recuperarse poco a poco.
En cuarto lugar, ayuda el reconocimiento de las etapas que generalmente están presentes en todos los casos: 1) El diagnóstico, que provoca mucho miedo, sentimientos de culpa, dificultades para adaptarse ante esta nueva realidad; 2) El tratamiento: que viene acompañado de ansiedad, alteración de la autoimagen y autoestima, así como tendencia a bloquear las emociones; 3) Pos tratamiento (si el pronóstico es reservado: Sentimientos de pérdida; enojo y depresión; ansiedad por el futuro
En quinto lugar, reconocer y aceptar que la persona diagnosticada es protagonista de su tratamiento, por lo que debe asumirlo con responsabilidad y compromiso. El equipo médico es colaborador activo, pero colaborador en esto. La familia es o debería ser un puntal fundamental en el mismo, sin dejar de reconocer y aceptar sus propias emociones.
En sexto lugar, pero no menos importante, la fe es un factor protector muy importante. Reconocer la existencia de un Ser superior para recurrir a Él, es reconfortante y entendiendo adecuadamente esto, ayuda a sobrellevar mejor este tiempo en cada una de sus etapas.
Por último, es importante entender que todo lo dicho anteriormente es parte de un proceso, en la mayoría de los casos lento, por lo que ni la familia ni la diagnosticada deben exigirse y menos compararse con nadie, por lo que la búsqueda de ayuda psicológica, es importante y muchas veces necesaria.
Excelente artículo, me encantó. Gracias por hablar de esto desde tu experiencia!!
Gracias Diego!!!