La huella emocional de un rol irreemplazable

Ps. Mabel Guillén. Mg. Terapia familiar sistémica

La importancia del rol del padre a través del tiempo permanece inalterable. Ser padre no es solo una función biológica ni una figura de autoridad o de proveedor: es un vínculo emocional que deja huellas profundas, especialmente cuando está presente de forma consciente, afectiva y segura.

Desde una mirada sistémica, cada miembro de la familia influye en el otro. El padre, en su forma de estar, de escuchar, de contener o de ausentarse, tiene un impacto directo en el desarrollo emocional de sus hijas e hijos. Por otro lado, la Terapia Focalizada en las Emociones (EFT)  recuerda que todos buscamos seguridad en nuestros vínculos más significativos, y que el padre puede ser una fuente potente de dicha seguridad, si logra conectar desde la sintonía emocional y no solo desde la función.

Un rol que atraviesa generaciones

Los padres mayores –baby boomers o de la generación X– crecieron con modelos tradicionales de paternidad, muchas veces marcados por el deber, la provisión económica y la distancia emocional. Algunos se arrepienten hoy de no haber “estado más presentes”, de no haber dicho más veces “te quiero”, o de haberse escondido tras el cansancio y la autoridad. Otros, en cambio, fueron pioneros en desafiar esos moldes y se permitieron estar más cerca, más disponibles, más humanos.

Muchos de esos padres, hoy, al ser concientes de sus errores, se encuentran con la disposición de reconstruir vínculos con sus hijos e hijas adultas, buscando reparar desde la humildad, la escucha y el reconocimiento.

Los padres jóvenes enfrentan nuevos desafíos. Están más conscientes de la importancia del apego, de la salud mental, del autocuidado y de la crianza respetuosa. Muchos se esfuerzan por ser padres más presentes, afectivos y emocionalmente disponibles. Pero también están más presionados por hacerlo “todo bien”, lo que puede provocar ansiedad y frustración. Cargan con demandas laborales exigentes, la idealización de la paternidad en redes sociales, el temor a fallar, y muchas veces, la falta de modelos masculinos positivos.

Presión, culpa, expectativas y responsabilidad afectiva: el equilibrio posible

La paternidad actual se juega entre dos mundos: el deseo genuino de estar y cuidar, y las exigencias que abruman. Muchos padres se debaten entre ser proveedores y ser presentes. Entre no repetir patrones del pasado, pero sin saber muy bien cómo construir otros nuevos.

Pero no se trata de “hacerlo todo perfecto”, sino de estar emocionalmente disponibles. Se trata de mirarse con compasión, validar las emociones, reconocer los esfuerzos, vulnerabilidad y sintonizar con las necesidades de sus hijos sin perderse a sí mismos. Una tarea compleja, pero posible.

No se trata de ser “el papá ideal”, sino de ser un padre suficientemente presente y conectado. De pedir perdón al equivocarse. De mostrar ternura. De decir “estoy contigo”, incluso cuando no tenga todas las respuestas.

¿Qué necesita un hijo o hija de su padre?

  • Su presencia: no solo compartir el mismo espacio, sino también involucrarse con atención, empatía y disposición afectiva. Conectar con lo que el/la hijo/a siente, más allá de estar físicamente.
  • Que evite posponer conversaciones importantes. Implica el valor de enfrentar el presente emocional, mirar a los ojos y permitir que las emociones sean compartidas en el momento necesario.
  • Que no tema mostrarse vulnerable, porque en esa vulnerabilidad hay conexión. Mostrar las propias emociones, miedos o debilidades no es una señal de debilidad, sino de humanidad. La vulnerabilidad auténtica abre la puerta a una conexión genuina y profunda con los hijos.
  • Que acompañe, sin intentar resolverlo todo. No se trata de dar soluciones inmediatas, sino de ofrecer una presencia que consuele. Estar, escuchar y sostener emocionalmente suele ser más valioso que cualquier consejo.
  • Que se atreva a pedir perdón y a reparar. Esto implica reconocer el daño causado con humildad y valentía, sin justificarlo ni minimizarlo. Pedir perdón va más allá de decir “lo siento”; requiere empatía por el dolor del otro. Reparar es actuar con intención para restaurar la confianza y el vínculo herido. Es un gesto profundo de amor y responsabilidad afectiva.

Y si ya crecieron… aún se puede

Los vínculos con los hijos adultos también pueden repararse. Pedir perdón, reconocer errores, validar lo vivido y reconstruir el puente emocional es un acto valiente y sanador. Aunque el tiempo haya pasado, nunca es tarde para acercarse con autenticidad y ternura. La disposición a escuchar sin defenderse, a abrir el corazón sin imponer, permite que la relación evolucione hacia una nueva etapa, más consciente y madura, donde ambos pueden encontrarse desde el respeto y el amor.

Desde la fe: un Padre que modela

Desde una mirada bíblica, el rol del padre se inspira en el carácter de Dios mismo: cercano, justo, compasivo, presente.

Los padres humanos son imperfectos, pero pueden ser canales de ese amor firme y tierno que transforma. No están solos en la tarea. Pueden apoyarse en su fe, en redes, y en la terapia como espacio de crecimiento y restauración. Siempre se puede volver a empezar.

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